domingo, 29 de septiembre de 2013

Sin más lugar: Singapur busca crecer bajo tierra

La ciudad de Singapur alberga a casi cinco millones y medio de personas y tiene apenas más espacio de tierra que Nueva York.
La ciudad-Estado, con uno de los ingresos per cápitamás altos del mundo, creció hacia arriba con edificios de departamentos de hasta 70 pisos, recuperó propiedades en desuso para convertirlas en viviendas y le ganó terreno al mar para seguir construyendo.
Pero para una ciudad superpoblada como Singapur, con un crecimiento proyectado de 1,5 millones de habitantes más durante los próximos 15 años, las opciones son tan limitadas como el espacio.
Así que ahora su gobierno evalúa una novedosa solución: construir hacia abajo para crear una extensa ciudad interconectada, con centros comerciales, transporte y espacio público, conexiones peatonales y hasta bicisendas.
"Singapur es pequeña, y seamos o no seamos 6,9 millones, acá siempre hace falta más terreno", dijo Zhao Zhiye, director interino del Centro Nanyang de Espacio Subterráneo de la Universidad Tecnológica de Nanyang. "Para Singapur, el espacio subterráneo es una opción."
Las restricciones de altura que rigen en los alrededores de aeropuertos y bases aéreas impiden que los desarrolladores inmobiliarios construyan hacia arriba, y también hay un límite a la cantidad de tierra que puede ganársele al mar, que hasta el momento es de una quinta parte del territorio de Singapur, pero que a su vez es muy vulnerable a la suba del nivel de las aguas causada por el cambio climático.
El auge de la construcción condujo al cierre de antiguas instalaciones y campos militares, para hacer lugar a los desarrollos industriales y habitacionales.
La construcción subterránea no es algo nuevo en Singapur. Alrededor de 12 kilómetros de autopistas y cerca de 80 kilómetros del tránsito circulan bajo tierra. El sistema cloacal subterráneo y los túneles de mantenimiento son comunes en el subsuelo del paisaje urbano.
Ahora Singapur va por más, con el inicio de la construcción de un descomunal depósito de petróleo llamado Jurong Rock Caverns. Cuando esté terminado, liberará alrededor de 60 hectáreas de tierra, lo que ocupan seis plantas petroquímicas.
Otro proyecto que ya tiene planos es la Ciudad Subterránea de las Ciencias, una red de 40 cavernas interconectadas que alojará centros de datos y laboratorios de investigación y desarrollo, destinados a la industria biomédica y de la salud. El centro de ciencias tendrá una superficie de 20 hectáreas, situadas 30 pisos bajo el polo científico del oeste de Singapur, y alojará a unos 4000 científicos e investigadores.
"Cuando se hace un uso pleno del espacio subterráneo, son muchas las instalaciones que puede alojar", dijo Zhao. "Al principio, puede haber ciertos temores de orden psicológico, pero mientras la iluminación y la ventilación sean adecuadas, la gente se acostumbrará a trabajar y vivir bajo tierra."
Pero los proyectos subterráneos pueden ser tres y hasta cuatro veces más caros que los de la superficie, debido a los costos de construcción y a la necesidad de realizar estudios exhaustivos de viabilidad del suelo.
El ministro de Desarrollo Nacional de Singapur, Khaw Boon Wan posteó recientemente en un blog su admiración por los extensos pasajes peatonales y centros comerciales subterráneos que existen en Japón y Canadá.
Wan mencionó también las posibilidades que tiene Singapur para "crear transporte subterráneo, conexiones peatonales, bicisendas, instalaciones de investigación y almacenamiento, zonas de uso industrial, comercial y espacios de uso público".
Pero la idea de trabajar y vivir bajo tierra deberá enfrentar la desconfianza de parte de la ciudadanía.
"A lo largo de los años, nos fueron sacando de los kampongs y nos reubicaron en los departamentos del gobierno en rascacielos", dijo Joseph Tan, un contador jubilado de 69 años, al referirse a las tradicionales aldeas malayas.
"Y ahora que recién nos estamos acostumbrando a vivir en edificios, ya nos quieren mandar bajo tierra. A mi edad, lo único que espero es cierto confort."
David Ong, ex docente, dijo que a la generación de los mayores tal vez no le caiga demasiado bien la idea de vivir bajo tierra, en parte por superstición.
"¿Por qué poner a los vivos bajo tierra?... Sólo los muertos vuelven a la tierra", reflexionó Ong.

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